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Reseña:
Los grupos de curación y los curadores individuales a veces hallarán necesario enfrentar a sus pacientes con el hecho de la muerte; una de las empresas de los discípulos en mi Ashrama y en el Ashrama del Maestro K.H. consiste en intercalar el tema de la muerte en sus conversaciones con otros buscadores de la verdad, en su pensamiento y en sus discusiones entre sí, y particularmente con aquellos a quienes tratan de curar. Esto no será fácil y no debe hacerse de manera precipitada, pero es un tema que no puede ni debe ser evitado o eludido. Los grupos de curación trabajando desde un Ashrama no ponen el énfasis sobre la curación corporal, sino sobre la oportunidad y sobre los ciclos de trabajo o de vida en el plano físico, y los ciclos de restitución o muerte en el plano físico.
Toda esta sección que ahora nos ocupa, llamada Los Requisitos Básicos, en realidad se refiere a los procesos de morir, a las condiciones del mundo material o los tres mundos del servicio encarnado. La restitución del cuerpo a la reserva general de sustancia, o al servicio en el mundo exterior de la vida física diaria, la restauración del alma a su fuente, el alma en su propio plano o —a la inversa— a la plena responsabilidad dentro del cuerpo, son tratadas en este primer punto. La eliminación del principio vida y el aspecto conciencia es tratada en el segundo punto, y el tema no es el de la construcción del carácter, como algunos podrían suponer. Me ocupé del carácter y cualidades personales en las palabras preliminares de esta parte del tratado porque toda verdadera comprensión de los principios básicos de la muerte y de la vida se facilita por la correcta acción basada en el correcto pensar, dando por resultado correcta formación del carácter. Sin embargo, no trato de extenderme sobre estos prerrequisitos elementales. Los procesos de integración tal como procuro considerarlos aquí, conciernen a la integración del alma en el triple cuerpo, si el karma así lo decide, o en el reino de las almas, si el karma decreta la muerte para el hombre.
En consecuencia, en esta segunda parte estamos considerando el problema de la muerte o el arte de morir. Esto es algo que todas las personas gravemente enfermas deben encarar inevitablemente, y los que poseen buena salud deben prepararse para ello mediante el recto pensar y la sensata anticipación. La actitud morbosa que adopta la mayoría de la gente hacia el tema de la muerte y su negativa a considerarla cuando gozan de buena salud es algo que debe ser alterado y cambiado deliberadamente. Cristo demostró a Sus discípulos la correcta actitud cuando se refirió a Su venida e inmediata muerte en manos de Sus enemigos; Él los reprendió cuando evidenciaron congoja, recordándoles que Él estaba yendo a Su Padre. Siendo un iniciado de alto grado, quiso significar, esotéricamente hablando, que haría “la restitución a la Mónada”; la gente común y los que no han alcanzado el tercer grado de iniciados hacen “la restitución al alma”.
El temor y la morbosidad que el tema de la muerte comúnmente evoca y la poca disposición para encararlo con comprensión, se debe a que la gente pone excesivo énfasis sobre el cuerpo físico, a la facilidad de identificarse con él; ello también está basado en el temor innato a la soledad y a la pérdida de las cosas familiares. Sin embargo, la soledad que acontece después de la muerte, cuando el hombre se encuentra a sí mismo sin un vehículo físico, no tiene comparación con la soledad del nacimiento.
Al nacer, el alma se halla en un nuevo ambiente, sumergida en un cuerpo que al principio es totalmente incapaz de valerse por sí mismo o de establecer un contacto inteligente con las condiciones circundantes, durante un largo período.
El hombre viene a la encarnación sin recordar la identidad, o lo que para él significa el grupo de almas en esos cuerpos con quienes está relacionado; esta soledad sólo desaparece gradualmente a medida que hace sus propios contactos personales, descubre a los que congenian con él y finalmente reúne a su alrededor a quienes considera sus amigos.
Después de la muerte no sucede lo mismo, porque el hombre encuentra en el más allá a quienes conoce y se vincularon con él en la vida del plano físico, y nunca está solo, como el ser humano entiende la soledad; también es consciente de los que poseen aún cuerpos físicos, puede verlos, captar sus emociones y también sus pensamientos, pues no existiendo el cerebro físico no actúa como un obstáculo.
Si la gente tuviera mayor conocimiento, temería a la experiencia del nacimiento y no a la de la muerte, porque el nacimiento encierra al alma en la verdadera prisión y la muerte física es sólo el primer paso hacia la liberación.
Otro temor que induce a la humanidad a considerar la muerte como una calamidad es el que ha inculcado la religión teológica, particularmente los Protestantes fundamentalistas y la Iglesia Católica Romana, el temor al infierno, la imposición de castigos, comúnmente fuera de toda proporción a los errores cometidos durante una vida, y el terror impuesto por un Dios iracundo… Como bien saben, no existe un Dios iracundo… Sólo existe un gran principio de amor que anima a todo el universo; existe la Presencia de Cristo, indicando a la humanidad la realidad del alma y que somos salvados por la vivencia de esa alma, y que el único infierno que existe es la tierra misma, donde aprendemos a trabajar por nuestra propia salvación, impulsados por el principio de amor y de luz e impelidos por el ejemplo de Cristo y el anhelo interno de nuestra propia alma.
A medida que estas erróneas ideas vayan desapareciendo, el concepto de infierno se desvanecerá del recuerdo del hombre y será reemplazado por una comprensión de la ley que hace que cada hombre elabore su propia salvación en el plano físico, lo cual lo conduce a rectificar los errores que pueda haber perpetrado en sus vidas en la Tierra y finalmente le permite “limpiar su propia pizarra”.
No trato aquí de imponerles una discusión teológica. Sólo procuro señalar que el actual temor a la muerte debe ceder su lugar a una inteligente comprensión de la realidad y ser sustituido por un concepto de continuidad que negará toda interrupción, y acentuará la idea de la vida una y una Entidad consciente en muchos cuerpos que experimentan.
Extraído de: Un Tratado sobre los Siete Rayos – Tomo IV “Curación Esotérica”, Alice A. Bailey.
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Producido por: Reflexión sobre los Libros Azules
Fecha de publicación: 23-09-2022