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Reseña:
Hoy estamos asistiendo a la muerte de una civilización o ciclo de encarnación de la humanidad. En todos los campos de la expresión humana se ha establecido la cristalización y deterioro. Dogmas religiosos caducos y el aferramiento de la teología y las iglesias ortodoxas, ya no son suficientes para reclamar la lealtad de la potente vida espiritual interna; la humanidad es profundamente espiritual e innatamente religiosa, pero necesita una nueva forma con la cual revestir las antiguas verdades. Las viejas escuelas políticas son consideradas inadecuadas y las nuevas ideologías testimonian la fortaleza de la vida que va en busca de una expresión más propicia; los sistemas educativos, habiendo servido su propósito, son reconocidos rápidamente como inadecuados para satisfacer la necesidad de la exigente vida de la raza; en todas partes surge la demanda de cambio y de esas nuevas formas en la vida religiosa, política, educativa y económica de la raza que permitirán una expresión espiritual más libre y mejor. Tal cambio va llegando rápidamente y algunos lo ven como la muerte —terrible y que debe evitarse si es posible. En efecto, es la muerte, pero una muerte benéfica y necesaria. Es esta comprensión de la desaparición de una civilización lo que da lugar a la constante y presagiante exclamación: “Esto es la muerte de la civilización, y no debe ser”, “Esto es el fin del orden, y el antiguo orden debe ser salvado”, “Esto es la destrucción de los antiguos y apreciados valores, y no debe permitirse”.
Ciertamente es verdad que la humanidad está provocando este necesario cambio de maneras innecesarias, crueles y dolorosas, así como también es verdad que seres humanos, por su erróneo pensar, sus insensatos hábitos de vida física y actitudes emocionales indeseables, ciertamente precipitan un final derrumbe físico y finalmente la muerte. Sin embargo, para el progreso del alma del individuo y del alma de la humanidad, la muerte es inevitable, buena y necesaria; es además una práctica con la cual estamos todos familiarizados por nuestra propia experiencia y por observarla en otros. Pero tenemos que recordar que la peor muerte de todas (en lo que a la humanidad concierne) sería si una forma de civilización o una forma corporal se volviera estática y eterna; si el viejo orden nunca alterado y los viejos valores nunca fueran trasmutados en unos superiores y mejores, eso ciertamente sería un desastre.
Debemos tener presente además que las fuerzas de destrucción o muerte son duales: primero, la vida que surge y se desarrolla rápidamente con su demanda de más espacio para expresión y más plena experiencia, y su aspiración espiritual de cambio y progreso; y en segundo lugar, las fuerzas reaccionarias y las actitudes conservadoras que se adhieren a lo bien conocido y lo familiar, y que detestan lo nuevo, lo inexperimentado y lo desconocido. Ambas producen la gran y divina transición del pasado al futuro y de lo viejo a lo nuevo, de la experiencia a la fructificación y luego nuevamente a la experiencia. Las realidades son eternas e imperecederas; las formas son efímeras y temporarias; el alma es persistente e inmortal; la forma es mutable y está condenada a morir. Los procesos de evolución en el pasado han resultado exitosos haciendo nacer, madurar y morir formas, y lo serán en el futuro.
Pero (y este es el punto interesante y significativo) la humanidad por primera vez es consciente del proceso. Por primera vez ha elegido inteligentemente observar lo que está sucediendo y relacionarlo con la experiencia y el medio ambiente. Esto en sí indica una etapa de verdadero desarrollo y muy deseable. Razonamiento, análisis y la presentación de puntos de vista que difieren están sucediendo en todos los países en una gran escala con diversos resultados, basados en diferencias de temperamento, de tradición, desarrollo y entrenamiento.
Esta etapa de muerte y de nacimiento (pues los dos están avanzando simultáneamente) puede ser fácilmente captada por el esoterista a medida que estudia la guerra mundial en sus dos períodos característicos: 1914 a 1918 y 1939 hasta 1942. La primera etapa (si sólo pudieran ver la situación tal como realmente es) fue muy definidamente la etapa de muerte; la segunda etapa, en la que nos encontramos ahora, es literalmente la etapa de nacimiento —los dolores de parto del nuevo orden y de la nueva civilización mediante los cuales el sentido de vida de la humanidad puede expresarse. La madre muere para que el niño pueda vivir; la forma es sacrificada a la vida. Pero hoy, el aspecto forma, la Madre o aspecto materia, está muriendo conscientemente, y así tan conscientemente el niño, la infantil civilización, está viniendo hoy a la existencia. Esto es lo nuevo, y en esto estamos participando todos. Es la muerte de la personalidad de la humanidad y la llegada del alma.
Una muerte así es siempre un proceso penoso. El dolor ha sido siempre el agente purificador, empleado por los Señores del Destino para ocasionar liberación. El acumulado dolor por la guerra actual y el heredado de la etapa anterior (comenzó en 1914) está produciendo una saludable y mutable conciencia mundial. El Señor del Dolor ha descendido de Su trono y hoy está hollando los caminos de la tierra, trayendo angustia, agonía y terror a quienes no pueden interpretar Sus fines, pero también trayendo un re-estímulo del instinto de autopreservación que —en su aspecto superior— es el instinto hacia la inmortalidad; tiende a enfocar la atención de la humanidad sobre el aspecto vida y no sobre la forma. Los nombres de los Señores del Karma significan, simbólicamente y desde el ángulo de su significado interno, Relación, Esclarecimiento, Dolor y Retorno. Reflexionen sobre esto. Todos Ellos están peculiarmente activos en este momento, y en su actividad reside la esperanza de la humanidad.
MANTRA DEL AMOR DE DIOS
En el Centro de total Amor yo permanezco
desde ese centro, yo el alma, me exteriorizaré
desde ese centro, yo el que sirve trabajaré
Que el Amor del Yo divino se difunda en mi corazón,
a través del grupo y por todo el mundo.
Escrito de Septiembre de 1939 contenido en el libro “La Exteriorización de la Jerarquía”, por Alice Ann Bailey.
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Producido por: Reflexión sobre los Libros Azules
Fecha de publicación: 05-09-2019